domingo, 29 de octubre de 2017

Primero la propiedad (privada)




... después la vida




La disputa por los territorios patagónicos no es nueva. Desde la Campaña del desierto en adelante, las tierras, sus habitantes, sus culturas fueron expropiadas a fuerza de sangre y látigo.
La expropiación ha continuado a favor de grandes terratenientes, muchos extranjeros. Lo más grave es que se vulneran derechos y no se respetan obligaciones. También cuenta el hecho de que las leyes liberales perjudican y han perjudicado siempre a los originarios.
Inútil es la discusión sobre si los mapuche vienen de Chile. No había hace –como aseguran las mediciones arqueológicas- 16000 años ninguna división política ni límites fijados por los peritos.
Esto sucede también en nuestro norte con la confrontación entre las comunidades y el Estado nacional, habida cuenta de que es el Estado el que concentra el ejercicio de la fuerza, tal como queda establecido desde el modelo del siglo XVI. Justicia asentada en las hegemonías. Justicia en la que la relación entre las partes es desigual, despareja.
Y cuando una fuerza del estado reprime, al punto de reiterar lo que sucedió entre nosotros en la última dictadura, desaparece de manera forzada, oculta a una persona ya muerta, planta luego de 80 días su cadáver río arriba de donde fue secuestrado, el valor de la vida humana vuelve a retroceder frente a los poderes del capitalismo concentrado.
El sentido de la historia nos enseña que no es la primera vez, ni será la última, que se retrocede en la protección de la vida.
Hacer del único mandamiento absoluto, No Matarás, que es a la vez imperativo categórico, es el difícil camino a recorrer con la ayuda de la comprensión de que ese NO reconoce la pulsión de muerte, y asesinato, que nuestra codicia, nuestra perversión, nuestro sentimiento de finitud, ponen en acto y que hay que limitar antes de pasar a él.


                                                Ana Zagari

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