sábado, 5 de marzo de 2016



El Grupo internacional de ética No Matarás, creado en el año 2000 con el auspicio y el acompañamiento permanente de quien fuera Cardenal  primado de la Argentina, Jorge Mario Bergoglio, sj, hoy Papa Francisco, repudia las matanzas de las monjas del Yemén y de Berta Cáceres.



El ataque, que el Papa en el telegrama enviado definió como «un acto de violencia insensata y diabólica», forma parte del contexto dramático de la guerra que desde hace más de un año ensangrienta el país, con más de 6 mil víctimas y con el 80% de la población reducido al hambre. Por este motivo, Francisco pidió «en nombre de Dios a todas las partes involucradas en el conflicto» que «renuncien a la violencia, que renueven el propio compromiso por la gente de Yemen, y en particular por los más necesitados», a quienes las misioneras de la madre Teresa de Calcuta «han tratado de servir».

«Profundamente entristecido por lo sucedido», el Papa asegura «su oración por las víctimas y su cercanía espiritual a sus familias», además de enviar también «una particular bendición» a las Misioneras de la Caridad.1]

Sabemos que estos crímenes requieren de una logística y de una complicidad de los autores materiales e intelectuales con los poderes políticos y militares tanto de Yemen como de Honduras.
Las mujeres, unas católicas en terreno hostil, la otra militante por los derechos humanos de su pueblo fueron atacadas debido a las batallas pacíficas por el derecho a profesar la fe católica y a misionar ayudando a miles de desprotegidos a no pasar hambre o a recuperar su salud, o por rechazar activamente durante años junto a su pueblo, - los lencas -en Honduras la instalación de una presa de Agua Zarca, mega estructura hidroeléctrica apoyada por China y el Banco Mundial que representó para cientos de indígenas y lugareños la pérdida del acceso al agua. Los socios internacionales del proyecto abandonaron las obras; pero no le perdonaron la cuantiosa pérdida.

 Ellas son, como dice un artículo publicado en el Vatican Insider, las víctimas de la Laudato Si’.

En los dos casos la cercanía con Francisco no era solo declamada: ellas encontraron en sus actos y en sus palabras la referencia para seguir adelante con sus trabajos en bien de quienes son minorías vulnerables, por la fe o por la miseria.

Desde 2013 tres de sus colegas fueron asesinados por sus protestas en contra de la construcción de la presa de Agua Zarca, que amenaza con dejar a cientos de indios lenca sin una fuente vital para su supervivencia. En su contra se han construido acusaciones criminales y dos de sus tres hijos abandonaron Honduras debido a las preocupaciones por su seguridad. Berta Cáceres misma, pocas semanas antes de la publicación del informe, al recibir el premio Goldman (uno de los más prestigiosos reconocimientos para los activistas que defienden el medio ambiente en el planeta), denunció claramente estas amenazas.[2]

Es el enésimo ejemplo de uno de los martirios menos visibles en el mundo de hoy: el de los activistas que, principalmente dentro de las comunidades indígenas, luchan por los valores que afirmó Francisco en la encíclica «Laudato si’».

Son muertos que confirman violentamente la idea principal de la Encíclica: el vinculo indisoluble entre la defensa del medio ambiente y la justicia social, entre la custodia de la creación y la custodia del hermano.

La de Berta Cáceres es una muerte que llega a tres semanas del fuerte grito que lanzó Francisco desde San Cristóbal de las Casas, en México, por la defensa de las poblaciones indígenas:


«muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban.
¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, ¡perdón, hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita».[3]

Las muertes de las Misioneras de la Caridad y la de Berta son parte de la cultura de la indiferencia y del descarte, cultura necesaria al mantenimiento del poder concentrado. Anestesiar, perseguir o matar a los más vulnerables y a sus líderes, religiosos, políticos, sociales requiere de la indiferencia generalizada que proveen los medios masivos de comunicación, al ejercer el negacionismo de estas noticias de muertes violentas.
Esto NO es inseguridad en el sentido más difundido: esto es crimen organizado desde arriba para acallar las voces de las minorías y de los más vulnerables.

Radio Progreso, la transmisora de los jesuitas del país, acusó sin medias tintas a las autoridades del Estado de la corresponsabilidad de este asesinato.

«No ofreció ninguna protección a Berta, como había pedido la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos —se lee en una nota de la misma fuente—, no investigó sobre las amenazas ni sobre las molestias en su contra por parte de la policía, de los militares y de los paramilitares, agudizó su vulnerabilidad criminalizándola mediante procedimientos ilegales, no respetó el derecho del pueblo lenca de ser consultado sobre cualquier proyecto realizado en sus territorios».

La violencia tanática sufrida por estas mujeres tiene que ser repudiada por todos. De lo contrario contribuiremos a lo que es la contraparte de la violencia de la concentración de las riquezas, la violencia de la indiferencia.
 Francisco afirma que la noticia del asesinato de las monjas y de muchas personas que las acompañaban en ese momento no fue tapa de ninguno diario: esa es la cultura que anestesia y nos quiere hacer indiferentes.
No Matarás es el mandamiento que pone límite al diálogo. Estas penas de muerte que fueron ejecutadas a mansalva, pero también con gran planificación y logísitca nos ponen nuevamente en la senda de pronunciarnos públicamente contra crímenes, persecusiones y prisiones que no respetan los derechos humanos más elementales.
No hay sutura de la grieta si encarcelan a dirigentes populares, si matan a religiosas o a activistas sociales.
La paz NO se logra de cualquier manera: No Matarás es la conditio sine que non para que cualquier forma de encuentro sea posible porque asesinar es la violencia que no escucha la palabra del otro. Sobre todo cuando el otro lucha contra las injusticias o a favor de sus creencias, o sea cuando los grandes capitales o los fanatismos religiosos ven cuestionadas sus formas de encarar el mundo.
Nuestra Casa común queda demudada por el escándalo.
Una vez más, no acallemos nuestras voces: No Matarás: ni cuerpos asesinados, ni hambre, ni dirigentes perseguidos, ni aumento del desempleo por políticas del capitalismo salvaje.
Sigamos desde el No Matarás a quienes, con Francisco en primer término, bregan por la igualdad y la justicia, por su apelación a la 3 Ts: tierra, techo y trabajo.

Ana Zagari, miembro fundador de la Comunidad No Matarás
Alejandra González, miembro fundador de la Comunidad No Matarás
Daniel Rodriguez, miembro fundador de la Comunidad No Matarás




Adhieren: Jorge Taiana, Juan Manuel Olmos, Enrique Del Percio, Evelina Font, Pablo Bulcourf, Gastón Gelblung, Néstor Díaz, Eduardo Suarez, José (Pepe) Paradiso, Mariana Luna Pont, Marcelo Saín, Eduardo Leonardis, Pio Colonnello, Agustín Colombo Sierra, Elías Musse, Hernán Patiño Mayer, Juan Gabriel Tokatlian, Rodolfo Valerio Briozzo, Raúl Ojea Quintana, Cayetano De Lella; Carlos (Pancho) Gaitán, Roberto Doberti, Liliana Giordano, Stella Rosas, Susana Pérez Cancio, Víctor Carricarte, Walter Frumento, Cristina Campagna, Juan Carlos Stecher, Ruth Gordillo Rodríguez, Stephan Vinolo, Argentina Luna, Isabel Escudero, Mónica Muschietti, Silvia Marano, Silvia Yañez, Ana Laura Domínguez Font, Ana Laura Blejer; Guilherme Castelo Branco, Lucrecia Corbella, Roberto Esposito, Beatriz Porcel



[1] Vatican Insider. 5 de marzo de 2016
[2] Fuente: Vatican Insider, 5 de marzo 2016

[3] Fuente: Vatican Insider, 5 de marzo 2016

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