El Grupo
internacional de ética No Matarás, creado en el año 2000 con
el auspicio y el acompañamiento permanente de quien fuera
Cardenal primado de la Argentina, Jorge Mario Bergoglio, sj, hoy
Papa Francisco, repudia las matanzas de las monjas del Yemén y de Berta
Cáceres.
El ataque, que
el Papa en el telegrama enviado definió como «un acto de violencia insensata y
diabólica», forma parte del contexto dramático de la guerra que desde hace más
de un año ensangrienta el país, con más de 6 mil víctimas y con el 80% de la
población reducido al hambre. Por este motivo, Francisco pidió «en nombre de
Dios a todas las partes involucradas en el conflicto» que «renuncien a la
violencia, que renueven el propio compromiso por la gente de Yemen, y en
particular por los más necesitados», a quienes las misioneras de la madre
Teresa de Calcuta «han tratado de servir».
«Profundamente
entristecido por lo sucedido», el Papa asegura «su oración por las víctimas y
su cercanía espiritual a sus familias», además de enviar también «una
particular bendición» a las Misioneras de la Caridad.1]
Sabemos que
estos crímenes requieren de una logística y de una complicidad de los autores
materiales e intelectuales con los poderes políticos y militares tanto de Yemen
como de Honduras.
Las mujeres,
unas católicas en terreno hostil, la otra militante por los derechos humanos de
su pueblo fueron atacadas debido a las batallas pacíficas por el derecho a
profesar la fe católica y a misionar ayudando a miles de desprotegidos a no
pasar hambre o a recuperar su salud, o por rechazar activamente durante años
junto a su pueblo, - los lencas -en Honduras la instalación de una presa de
Agua Zarca, mega estructura hidroeléctrica apoyada por China y el Banco Mundial
que representó para cientos de indígenas y lugareños la pérdida del acceso al
agua. Los socios internacionales del proyecto abandonaron las obras; pero no le
perdonaron la cuantiosa pérdida.
Ellas
son, como dice un artículo publicado en el Vatican Insider, las víctimas de la
Laudato Si’.
En los dos
casos la cercanía con Francisco no era solo declamada: ellas encontraron en sus
actos y en sus palabras la referencia para seguir adelante con sus trabajos en
bien de quienes son minorías vulnerables, por la fe o por la miseria.
Desde 2013
tres de sus colegas fueron asesinados por sus protestas en contra de la
construcción de la presa de Agua Zarca, que amenaza con dejar a cientos de
indios lenca sin una fuente vital para su supervivencia. En su contra se han
construido acusaciones criminales y dos de sus tres hijos abandonaron Honduras
debido a las preocupaciones por su seguridad. Berta Cáceres misma, pocas semanas
antes de la publicación del informe, al recibir el premio Goldman (uno de los
más prestigiosos reconocimientos para los activistas que defienden el medio
ambiente en el planeta), denunció claramente estas amenazas.[2]
Es el enésimo
ejemplo de uno de los martirios menos visibles en el mundo de hoy: el de los
activistas que, principalmente dentro de las comunidades indígenas, luchan por
los valores que afirmó Francisco en la encíclica «Laudato si’».
Son muertos
que confirman violentamente la idea principal de la Encíclica: el vinculo
indisoluble entre la defensa del medio ambiente y la justicia social, entre la
custodia de la creación y la custodia del hermano.
La de Berta
Cáceres es una muerte que llega a tres semanas del fuerte grito que lanzó
Francisco desde San Cristóbal de las Casas, en México, por la defensa de las
poblaciones indígenas:
«muchas veces,
de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y
excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus
culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes
del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las
contaminaban.
¡Qué tristeza!
Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir:
¡Perdón!, ¡perdón, hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del
descarte, los necesita».[3]
Las muertes de
las Misioneras de la Caridad y la de Berta son parte de la cultura de la
indiferencia y del descarte, cultura necesaria al mantenimiento del poder concentrado.
Anestesiar, perseguir o matar a los más vulnerables y a sus líderes,
religiosos, políticos, sociales requiere de la indiferencia generalizada que
proveen los medios masivos de comunicación, al ejercer el negacionismo de estas
noticias de muertes violentas.
Esto NO es
inseguridad en el sentido más difundido: esto es crimen organizado desde arriba
para acallar las voces de las minorías y de los más vulnerables.
Radio
Progreso, la transmisora de los jesuitas del país, acusó sin medias tintas a
las autoridades del Estado de la corresponsabilidad de este asesinato.
«No ofreció
ninguna protección a Berta, como había pedido la Comisión Interamericana para
los Derechos Humanos —se lee en una nota de la misma fuente—, no investigó
sobre las amenazas ni sobre las molestias en su contra por parte de la policía,
de los militares y de los paramilitares, agudizó su vulnerabilidad
criminalizándola mediante procedimientos ilegales, no respetó el derecho del
pueblo lenca de ser consultado sobre cualquier proyecto realizado en sus
territorios».
La violencia
tanática sufrida por estas mujeres tiene que ser repudiada por todos. De lo
contrario contribuiremos a lo que es la contraparte de la violencia de la
concentración de las riquezas, la violencia de la indiferencia.
Francisco
afirma que la noticia del asesinato de las monjas y de muchas personas que las
acompañaban en ese momento no fue tapa de ninguno diario: esa es la cultura que
anestesia y nos quiere hacer indiferentes.
No Matarás es el mandamiento que pone límite al
diálogo. Estas penas de muerte que fueron ejecutadas a mansalva, pero también
con gran planificación y logísitca nos ponen nuevamente en la senda de
pronunciarnos públicamente contra crímenes, persecusiones y prisiones que no
respetan los derechos humanos más elementales.
No hay sutura
de la grieta si encarcelan a dirigentes populares, si matan a religiosas o a
activistas sociales.
La paz NO se
logra de cualquier manera: No Matarás es la conditio sine que non
para que cualquier forma de encuentro sea posible porque asesinar es la
violencia que no escucha la palabra del otro. Sobre todo cuando el otro lucha
contra las injusticias o a favor de sus creencias, o sea cuando los grandes
capitales o los fanatismos religiosos ven cuestionadas sus formas de encarar el
mundo.
Nuestra Casa
común queda demudada por el escándalo.
Una vez más,
no acallemos nuestras voces: No Matarás: ni cuerpos asesinados, ni hambre, ni
dirigentes perseguidos, ni aumento del desempleo por políticas del capitalismo
salvaje.
Sigamos desde
el No Matarás a quienes, con Francisco en primer término, bregan por la
igualdad y la justicia, por su apelación a la 3 Ts: tierra, techo y trabajo.
Ana Zagari,
miembro fundador de la Comunidad No Matarás
Alejandra
González, miembro fundador de la Comunidad No Matarás
Daniel
Rodriguez, miembro fundador de la Comunidad No Matarás
Adhieren:
Jorge Taiana, Juan Manuel Olmos, Enrique Del Percio, Evelina Font, Pablo
Bulcourf, Gastón Gelblung, Néstor Díaz, Eduardo Suarez, José (Pepe) Paradiso,
Mariana Luna Pont, Marcelo Saín, Eduardo Leonardis, Pio Colonnello, Agustín
Colombo Sierra, Elías Musse, Hernán Patiño Mayer, Juan Gabriel Tokatlian,
Rodolfo Valerio Briozzo, Raúl Ojea Quintana, Cayetano De Lella; Carlos (Pancho)
Gaitán, Roberto Doberti, Liliana Giordano, Stella Rosas, Susana Pérez Cancio,
Víctor Carricarte, Walter Frumento, Cristina Campagna, Juan Carlos Stecher,
Ruth Gordillo Rodríguez, Stephan Vinolo, Argentina Luna, Isabel Escudero,
Mónica Muschietti, Silvia Marano, Silvia Yañez, Ana Laura Domínguez Font, Ana
Laura Blejer; Guilherme Castelo Branco, Lucrecia Corbella, Roberto Esposito,
Beatriz Porcel
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